Antonio Serrano Hidalgo
Nació el 1 de agosto de 1908 en Peñaflor (Sevilla)
Deportado a Mauthausen el 27 de enero de 1941. Nº de prisionero 6555
Asesinado en Hartheim el 13 de agosto de 1941
Julio Serrano Hidalgo
Nació el 27 de febrero de 1914 en Peñaflor (Sevilla)
Deportado a Mauthausen el 27 de enero de 1941. Nº de prisionero 6556
Asesinado en Gusen el 25 de diciembre de 1941
Julio y Antonio Serrano Hidalgo.
Los hermanos de Peñaflor asesinados en Gusen y en la cámara de gas de Hartheim
Información, fotos y documentos de su sobrina nieta Mari Carmen González Serrano
Antonio y Julio eran dos de los ocho hijos de Carmen Hidalgo y Dionisio Serrano. Todos ellos sufrieron, en mayor o menor medida, la brutal represión franquista. Sebastián fue arrastrado fuera del hospital de Palma del Río, donde estaba convaleciente, y fusilado en la misma puerta. Dionisio fue encarcelado y al salir en libertad, la mala suerte quiso que muriera en un desdichado accidente. Rafael fue condenado a pena de muerte, una sentencia que le acabaron conmutando por treinta años de privación de libertad, de los que cumplió nueve. En los primeros años de su encarcelamiento realizó trabajo esclavo en el Canal de los Presos de Sevilla y fue el único varón que sobrevivió a la guerra. Ana, Carmen y Antonia completaban esa numerosa familia que, a comienzos de los años 40, había quedado reducida a la mitad.
Julio y Antonio emprendieron, sin saberlo ni quererlo, un largo y duro viaje en el que solo la muerte logró separarles. Los dos eran jornaleros afiliados a la UGT, lo que en Peñaflor era entonces la Federación Española de Trabajadores de la Tierra (FETT). Eran jóvenes preocupados por la precariedad de su situación laboral, con un ideario claro y muy marcado sobre la justicia social. Antonio era el mayor y llevaba dos meses casado con Isabel García Rosa cuando el golpe de Estado perpetrado en julio de 1936 hizo que todo saltara por los aires y dinamitó la tranquila vida de Peñaflor. Ni él ni su hermano Julio tuvieron dudas y, enseguida, se alistaron en las milicias para, después, integrarse en la 43ª Brigada Mixta del Ejército Popular republicano con la que lucharon en diferentes frentes intentando derrotar a los golpistas.
Pasados tres años de guerra, con la República prácticamente vencida tras la caída de Cataluña, los soldados y la población civil huyeron en masa hacia la frontera francesa. Julio y Antonio formaron parte de la Retirada, cruzando a pie los Pirineos en el invierno de 1939. Cuando consiguieron llegar al país vecino, tanto los civiles como los excombatientes, que habían sido desarmados en la frontera, fueron conducidos a diferentes campos de concentración.
Antonio y Julio fueron enviados al de Barcarés, en marzo de 1939. El gobierno francés que tanto maltrató a los exiliados españoles, solo les ofrecía tres alternativas para salir de esos campos masificados: regresar a España, alistarse en la Legión Extranjera, o adherirse a las Compañías de Trabajadores Extranjeros, que más tarde se llamarían de Españoles (CTE). Esta última opción fue la que tomaron, muy pronto, Antonio y Julio. El 28 de abril de 1939 ya formaban parte de la 29ª CTE. Esta unidad estuvo destinada en varias localidades francesas cercanas a la frontera con Alemania. En ellas realizaron diversos trabajos de construcción y fortificación para el ejército galo. Todos eran conscientes de que la Segunda Guerra Mundial era inminente.
La invasión alemana comenzó en mayo de 1940. La ineficacia de la Línea Maginot y la potencia militar de la Wehrmacht permitió a Hitler ocupar la mayor parte de Francia en unas pocas semanas. Esa ofensiva relámpago provocó la captura de cientos de miles de soldados franceses y de entre 10.000 y 15.000 españoles. La compañía de Antonio y Julio, muy probablemente, quedó cercada por el ejército alemán en la llamada Bolsa de los Vosgos. Tras ser apresados, fueron confinados en el frontstalag que los nazis habían habilitado muy cerca de la localidad gala de Belfort. Los nombres de los hermanos Serrano Hidalgo aparecen en uno de los listados de prisioneros de guerra elaborados y difundidos por las autoridades colaboracionistas francesas.
Los cautivos pasaban poco tiempo en estos frontstalags que servían, principalmente, para registrarles y derivarles a campos estables de prisioneros de guerra. Antonio y Julio, junto a decenas de españoles y miles de franceses fueron enviados al stalag XI-B, situado a las afueras de la ciudad alemana de Fallingbostel. Allí nuestros compatriotas estaban amparados por el Convenio de Ginebra y fueron tratados, por tanto, como a prisioneros de guerra. Isabel recibió una postal de Antonio en octubre de ese año. En ella su marido le escribía en francés unas breves líneas para informarla sobre su nueva situación:
Soy prisionero de guerra, y estoy con buena salud. En mi próxima carta te daré mi dirección; es inútil escribirme antes de saber mi nueva dirección. Mis más afectuosos recuerdos. Antonio Serrano Hidalgo. Grado militar. Trabajador. Designación de la formación militar-29 compañía.
Ese estatus de prisioneros de guerra cambió tras diversas conversaciones y negociaciones entre el régimen franquista y sus aliados nazis. Agentes de la Gestapo fueron localizando a los cautivos españoles para sacarlos de aquellos campos en los que, más o menos, eran tratados correctamente y enviarlos a Mauthausen. El 25 de enero de 1941, él y su hermano Julio fueron obligados a subir a un tren de ganado junto a otros 1.504 republicanos. Ninguno de ellos sabía que estaban formando parte del más numeroso de todos los convoyes de la historia de la deportación española. El viaje duró dos días completos que pasaron hacinados en los vagones, sin apenas agua ni comida que llevarse a la boca.
El 27 de enero, el convoy llegó a Mauthausen. Antonio y Julio debieron esforzarse mucho para no separarse durante el durísimo trayecto a pie que tuvieron que realizar entre la estación de ferrocarril y la cima de la colina en que se encontraba el campo de concentración. En el camino, los SS golpeaban a los prisioneros, sus perros les mordían y algunos de los cautivos eran asesinados. Aún así, los dos hermanos lograron llegar juntos y prueba de ello es que al entrar en Mauthausen, junto al traje rayado, les asignaron dos números correlativos: Antonio recibió el 6555 y Julio, el 6556.
Los dos hermanos aún lograron permanecer cerca, el uno del otro, durante tres meses más. El 10 de abril de 1941 se separaron para siempre. Antonio fue trasladado a Gusen, el subcampo situado a 5 kilómetros y que era conocido como El Matadero de Mauthausen. Solo 4 meses después, el 13 de agosto, muy probablemente porque ya no estaba en condiciones físicas para trabajar y, por tanto, había dejado de ser útil para los SS, fue enviado al Castillo de Hartheim. En ese lugar había funcionado durante años uno de los llamados "Centros de Eutanasia" del III Reich en el que habían gaseado a miles de discapacitados, principalmente, alemanes y austriacos. Aunque en el certificado de defunción que redactaron los médicos SS se afirmaba que murió el 10 de septiembre, todo apunta a que Antonio fue asesinado en la cámara de gas el mismo día de su llegada.
En esos momentos Julio continuaba intentando sobrevivir en Mauthausen, pero poco después su suerte cambió y también fue enviado al Matadero de Gusen. El 9 de octubre llegó a ese subcampo, en el que solo logró aguantar tres meses. En el registro de muertes de Gusen se constató su defunción en las primeras horas del día de Navidad de 1941: a las 5:05 del 25 de diciembre. La causa oficial fue una "miocarditis". La causa real nunca la sabremos porque los nazis siempre registraban como muertes naturales lo que en realidad eran asesinatos violentos o fallecimientos provocados por el duro trabajo, la nula atención sanitaria y la insuficiente alimentación.
La familia de los hermanos Hidalgo Serrano tardó más de una década en enterarse del terrible destino que habían corrido. Isabel, la esposa de Antonio, le transmitió una idea a su familia: "Más vale una mala noticia segura que esta terrible incertidumbre". Movida por esa máxima, el 4 de diciembre de 1955, se armó de valor, teniendo en cuenta que se encontraba en pleno auge de la represión franquista, escribió una carta a la Cruz Roja Alemana, pidiendo ayuda e información sobre su marido. La respuesta que recibió, varias semanas después, fue la mala noticia que acabó con la incertidumbre, pero le provocó un infinito dolor que la acompañaría el resto de sus días.